Cuando viajamos, tenemos costumbres que, sin darnos cuenta, están impregnadas de historia y significado cultural. Desde lanzar una moneda a una fuente hasta escribir una postal o sacarse una foto en lugares icónicos, estos rituales tienen raíces que se remontan a siglos atrás. Vamos a ver a continuación el origen histórico de estas costumbres y cómo se convirtieron en parte integral de la experiencia de viajar.
Lanzar monedas a fuentes
El gesto de lanzar una moneda a una fuente y pedir un deseo es una de las tradiciones más populares entre los turistas. Aunque hoy en día lo asociamos con la Fuente de Trevi en Roma, esta costumbre tiene sus orígenes en la antigüedad.
En civilizaciones como la romana, la griega y la celta, se creía que las fuentes y pozos eran lugares sagrados habitados por divinidades acuáticas o númenes. Los antiguos ofrecían monedas y otros objetos valiosos a estas deidades para ganar su favor o para garantizar que el agua siguiera fluyendo, un recurso vital en aquellas épocas.
Un ejemplo notable es el "Pozo de los Deseos" en Bath, Inglaterra, que data de la época romana. Los arqueólogos han encontrado miles de monedas antiguas en sitios similares, confirmando que esta práctica era común.
Durante la Edad Media, esta tradición se mezcló con supersticiones cristianas. Lanzar una moneda a un pozo o fuente se convirtió en un acto simbólico para pedir protección divina o un viaje seguro. Con el tiempo, el ritual se secularizó y se vinculó a la idea de pedir deseos.
Hoy en día, la Fuente de Trevi representa el pináculo de esta tradición. Según la leyenda, lanzar una moneda aseguraba tu regreso a Roma, mientras que dos monedas prometían un nuevo romance. Este ritual ha generado millones de euros que se destinan a obras de caridad.
Escribir postales
Enviar postales desde destinos turísticos es otra tradición que ha perdurado, aunque con la digitalización, hoy tiene un toque nostálgico. Pero, ¿de dónde viene esta costumbre?
La idea de enviar recuerdos escritos surge con las "cartas souvenir" en el siglo XVIII, cuando los viajeros del Grand Tour (una experiencia educativa y cultural para jóvenes aristócratas europeos) compraban grabados o ilustraciones de los lugares que visitaban y los enviaban por correo.
Las postales propiamente dichas aparecieron en 1869, en Austria. Fueron concebidas como una forma más sencilla y económica de enviar mensajes, eliminando la necesidad de sobres. En pocos años, otros países adoptaron este formato, y las postales se convirtieron en un medio popular para compartir experiencias de viaje.
Con el auge del turismo en el siglo XIX y principios del XX, las postales comenzaron a incluir fotografías y dibujos de lugares emblemáticos, lo que las transformó en un recuerdo tangible de los viajes. Durante esta época, también surgieron los "álbumes de postales", que las familias coleccionaban como una forma de documentar sus aventuras.
Aunque las redes sociales han reemplazado en gran medida el papel de las postales como medio de comunicación, su valor nostálgico y coleccionable las mantiene vigentes. Hoy en día, enviar una postal desde un destino turístico puede ser una forma única y personal de conectar con amigos y familiares.
Tomarse fotos en lugares emblemáticos
En la era de los teléfonos inteligentes y las selfies, tomarse fotos frente a monumentos icónicos parece algo natural, pero esta costumbre también tiene un trasfondo histórico.
Antes de la invención de la fotografía, los viajeros ricos solían encargar retratos o pinturas en los destinos que visitaban. Estos cuadros no solo eran un recuerdo, sino también una demostración de estatus social.
Con la llegada de la fotografía en el siglo XIX, el retrato turístico se democratizó. Lugares como la Torre Eiffel o las Pirámides de Egipto se convirtieron en escenarios populares para fotos debido a su simbolismo y atractivo.
En el siglo XXI, las selfies y las redes sociales han transformado esta tradición en un fenómeno global. Sacarse una foto en un destino turístico no solo es un recuerdo personal, sino también una forma de compartir experiencias con el mundo.
Coleccionar imanes y souvenirs
Traer de vuelta un recuerdo tangible es otra tradición ampliamente practicada. Desde imanes hasta miniaturas de monumentos, esta costumbre tiene raíces que se remontan a los antiguos peregrinos.
En la Edad Media, los peregrinos que viajaban a lugares santos solían llevarse objetos como medallas, conchas (como la concha de Santiago en el Camino de Santiago) o pequeñas reliquias para demostrar que habían completado su viaje. Estos objetos servían como símbolos de fe y logros personales.
Con el surgimiento del turismo de masas en el siglo XIX, los recuerdos se comercializaron ampliamente. Ciudades como Londres o París comenzaron a ofrecer objetos como tazas, postales y figuras en miniatura para que los visitantes pudieran llevar un pedazo del destino a casa.
Hoy, los souvenirs son una industria global, y aunque a menudo se critican por ser "kitschs", representan un vínculo emocional con los viajes y los lugares visitados.
Las tradiciones de viaje, desde lanzar monedas a fuentes hasta escribir postales, tomarse fotos o coleccionar souvenirs, nos conectan con el pasado y enriquecen nuestra experiencia como viajeros. Estas costumbres, cargadas de historia y simbolismo, nos recuerdan que viajar no solo se trata de descubrir nuevos lugares, sino también de participar en rituales que trascienden generaciones.
La próxima vez que lancen una moneda a una fuente, envíen una postal (si es que lo hacen) o compren un imán (algo que yo hago siempre), estarán formando parte de una tradición que ha unido a los viajeros a lo largo de los siglos, y eso también es un hermoso recuerdo para llevar con nosotros.